lunes, 30 de marzo de 2015

CRISTO QUITA EL PECADO DEL MUNDO

CRISTO QUITA EL PECADO DEL MUNDO
¿Qué significa eso para nosotros..?


Una persona a la que aprecio mucho, un cristiano que defiende con mucho celo sus creencias, me compartió hace unos meses alguna inquietud procedente de alguien que aparentemente anda en búsqueda de demostrar que los evangelios y algunos apartes de las epístolas paulinas, son un fraude.

La “prueba reina” de aquella persona era asegurar que el Cordero Pascual no tenía como propósito el perdón de los pecados y que, por tanto, cuando Juan dijo que Jesús era “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, estaba haciendo una afirmación espuria; y que eso demostraba que las palabras de Pablo en 1 Corintios 5:7 (nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros) fueron añadidas fraudulentamente para inducirnos al error . Según este hombre, así quedaba demostrado que los evangelios del Nuevo Testamento eran falsos y que los pasajes que los mencionaban estaban adulterados.

El cordero pascual y el cordero expiatorio
Si bien es cierto que el cordero pascual no tenía como propósito la expiación de pecados, cuando Juan identificó a Jesús como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” estaba hablando tanto del cordero pascual como del cordero expiatorio; ambos diferentes en función y propósito pero, ambos, tipo de nuestro Señor Jesucristo.

El propósito del cordero pascual era el sellar con sangre el pacto que estaba siendo establecido por Dios para Israel. Quien quisiera aceptar ese pacto tendría que tomar la sangre del cordero, rociarla sobre los postes y el dintel de su puerta. Esta sangre, en efecto, no era para perdón de pecados, sino para salvación. Así como la sangre del cordero proveía salvación, la sangre de Cristo hizo exactamente lo mismo. Por supuesto, los israelitas, después de haber aceptado la sangre del cordero, debieron emprender su camino hacia la salvación definitiva, lejos del dominio de faraón. Pero dejemos que la misma Escritura nos hable del significado del cordero pascual:

Y cuando os pregunten vuestros hijos: “¿Qué significa este rito?”, vosotros responderéis: “Es la víctima de la Pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios y libró nuestras casas (Exodo 12:26-27)

Así como el castigo de Dios vino sobre quienes no aceptaron la sangre del cordero pascual, la condenación vendrá sobre quienes no acepten la sangre del Cordero –Jesús- como señal de un nuevo pacto. Así como ellos fueron “librados” de la esclavitud egipcia, los creyentes que acepten ese pacto serán librados de la esclavitud de Satanás. Pero no basta con aceptar simplemente la sangre como señal de un nuevo pacto. La obediencia es primordial en la aceptación de la sangre del Cordero. Una vez se acepta a Cristo, se es salvo solamente si se obedece de ahí en adelante. Cuando los israelitas aceptaron la sangre del Cordero Pascual, aceptaron obedecer a Yahvé. De ahí en adelante, la obediencia fue asunto de vida o muerte para ellos. Quienes aceptaron la sangre de ese pacto y no obedecieron, sufrieron las consecuencias –en muchos casos- mortales.

Así como los israelitas obedecieron, es decir, emprendieron inmediatamente la huída de Egipto, los cristianos que acepten la sangre del nuevo pacto provista por Jesús, deben emprender también la retirada de los dominios de Satanás y seguir obedeciendo a Cristo.

Es importante anotar que la misma noche en que Israel sacrificó el cordero pascual, inició su éxodo, ya no como una turba de esclavos, sino como un pueblo libre. La salida fue de urgencia, inmediata. De igual manera hoy, quien acepte la sangre de Cristo debe salir de “Egipto” (que prefigura el dominio de Satanás) con la misma urgencia porque su vida puede correr verdadero peligro. Así como Dios protegió a los hebreos mediante la sangre del cordero pascual –a quien la aceptara- Él dispuso de manera inmediata su salida hacia la tierra prometida, llevó al pueblo hacia una forma de vida nueva, los separó de Egipto y sus pecados y lo santificó mediante el bautismo en la nube (Espíritu) y en el mar (agua).

En la inmensa mayoría de iglesias “cristianas” de hoy, se enseña que cuando una persona hace “la oración de fe” (una oración aceptando a Cristo como su Señor), ya es salva. Se enseña que cada cristiano debe llevar a un inconverso a hacer esa oración, así éste no tenga idea de lo que realmente significa. Es, ni más ni menos, que una especie de trampa que se tiende a personas que realmente no quieren aceptar a Cristo. Así, cuando un creyente logra que el inconverso haga esa vacía oración –que no sale de su corazón- se convence de que tal persona ya es salva. Eso es falso.

Así que, si bien es cierto que el cordero pascual no sirvió para expiación de pecados, eso no proporciona a nadie razón para limitar la prefiguración de Cristo en los corderos circunscritos a la ley mosaica.

Cuando Juan el Bautista identificó a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, en la mente de sus oyentes se asoció correctamente con el cordero pascual que, además, quitaba el pecado del mundo; es decir, también se asoció con los corderos expiatorios. Porque uno de los propósitos de la ley mosaica fue, precisamente, prefigurar a Cristo.

Uno de los propósitos de la ley fue el profetizar y servir de figura o tipo al Mesías Salvador que habría de venir y por medio de quien únicamente podía ser posible que el hombre recibiera la verdadera salvación y se le declarara justo. Esto se logró mediante dos formas: el Salvador fue anunciado mediante profecías directas, y también fue prefigurado a través de los tipos y ceremonias de los mandamientos de la ley.

Por ejemplo, en el caso de una profecía directa contenida en la ley, tenemos en Deuteronomio una profecía donde Dios habla a través de Moisés:

Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará de todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta. (Deuteronomio 18:18-19)

El apóstol Pedro cita estas palabras de Deuteronomio y las aplica a Jesucristo:

Pues Moisés dijo a los padres: “El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable, y toda alma que no oiga a aquel profeta será desarraigada del pueblo”. “Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo con nuestros padres diciendo a Abraham: “En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra”.A vosotros primeramente, Dios,  habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijera, a fin de que cada uno se convierta de su maldad”.(Hechos 3:22-26)

De esta manera, el profeta anunciado por Moisés se cumple en la persona de Cristo en el Nuevo Testamento.

Así mismo, en los sacrificios y ceremonias de la ley, muchos tipos prefiguran a Jesucristo como el Salvador que había de venir. Por ejemplo, en Éxodo 12, el mandamiento del cordero pascual es figura de la salvación mediante la fe en la sangre expiatoria de Jesucristo, derramada durante el tiempo de la Pascua en la cruz del Calvario. De la misma manera, los distintos sacrificios relacionados con la expiación del pecado y el acercamiento a Dios, descritos en los primeros siete capítulos de Levítico, prefiguran todos, diversos aspectos del sacrificio expiatorio que fue la muerte de Jesús en la cruz (cabe anotar que los sacrificios expiatorios podían ser de ganado vacuno u ovejuno). Así, cuando Juan comparó a Cristo con un cordero de sacrificio, estaba guiando al pueblo de Israel a apreciar a Cristo como aquél que había sido prefigurado, representado por todos los mandamientos relacionados con los sacrificios de la ley mosaica.  [He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29)]

Morir al pecado para vivir en justicia
Una falsa creencia de muchos creyentes, es pensar que con decir una oración aceptando a Cristo, ya se es salvo y se vive para la justicia. Si bien es cierto que la confesión con la boca es importante, no es menos cierto que una confesión que no nazca del corazón, como producto de la fe (y la fe es un proceso adquirido mediante el estudio de la Biblia) no tiene ningún valor. Por otro lado, como ya se dijo antes, aceptar a Cristo es obedecerlo, y no podremos obedecerlo si no conocemos las Escrituras.

Acerca del sacrificio de Cristo relacionado con el perdón de pecados nos habla Pedro:

Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados. (1 Pedro 2:24)

Cuando Pedro nos dice que por el sacrificio de Cristo nosotros hemos muerto para el pecado para, luego, vivir para la justicia, eso significa que la muerte de Cristo va mucho más allá que el simple perdón de los pecados pasados. Saber y aceptar que morimos para el pecado, pero que vivimos para la justicia, nos debe llevar a una dimensión completamente diferente en la experiencia espiritual. Es muy, pero muy importante saber esto.

La inmensa mayoría de los cristianos de todas las denominaciones, están convencidos de que sus pecados pasados pueden serles perdonados. Sin exagerar, podemos afirmar que ésta es la razón por la cual asisten a las iglesias y se someten a la autoridad de los pastores y demás jerarcas eclesiásticos. Ellos creen que con ir a sus iglesias denominacionales y confesar (a Dios o al hombre), pueden lograr el perdón de los pecados que han cometido. Pero jamás experimentan ninguna transformación interna en su propia naturaleza. Estas personas creen erróneamente que al morir Cristo por nuestros pecados, lo único que se necesita de ellos es una confesión. Y la triste realidad es que no “viven para la justicia” y mucho menos han muerto al pecado.

Todos esos “cristianos” que ven en el sacrificio expiatorio de Cristo una especie de permiso divino para seguir pecando, jamás alcanzarán el perdón por ellos. Estas personas van a la iglesia, cantan, lloran, claman y confiesan sus pecados, y salen de sus iglesias sin cambiar realmente su naturaleza para continuar cometiendo la misma clase de pecados. A los ocho días regresan al mismo ritual vacío. Y es que, honestamente, no pueden ir más allá.

Todo cristiano auténtico debe entender que el propósito central de Dios en la expiación de Cristo no fue para que el hombre pudiera recibir el perdón de sus pecados anteriores sino más bien que, una vez perdonado por su vida pasada, el creyente pudiera entrar en una dimensión completamente nueva de experiencia espiritual. Cuando una persona acepta el sacrificio de Cristo, a partir de ese momento, debe estar muerta para el pecado pero viva para Dios y la justicia; ya no debe ser esclavo del pecado; el pecado no debe tener ningún dominio sobre él. Por supuesto, esto se logra solamente con la aceptación del sacrificio de Cristo que nos abre la puerta para la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. Esa operación tiene que ver con el nuevo nacimiento.

Aceptar el sacrificio del Cordero de Dios no es hacerlo de manera pasiva, como bajo el Viejo Pacto, sino aceptarlo de manera activa, morir juntamente con Cristo. Nuestra naturaleza pecadora debe morir (como murió Cristo); luego, debemos ser sepultados (como lo fue Cristo –eso simboliza el bautismo), y debemos resucitar (igual que Jesús) hacia una forma de vida totalmente nueva.

Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado (Romanos 6:6)

Noten que la crucifixión del viejo hombre juntamente con Cristo, fue un evento histórico que sucedió en el pasado. Eso no quiere decir que debamos crucificarnos ya que cuando Jesús lo fue, murió como sacrificio expiatorio una sola vez y para siempre.

Así, pues, también vosotros haced cuenta de que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. (Romanos 6:11) NC

Antes de este versículo, Pablo habla de la importancia de saber esto, y de considerar el asunto. Esto es importante:

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?, porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre,  así también nosotros andemos en vida nueva. Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado, porque, el que ha muerto ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él, y sabemos que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. En cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús,  Señor nuestro. (Romanos 6:1-11)

Fíjense que la muerte expiatoria de Cristo difiere de la muerte expiatoria de los corderos del sacrificio en que bajo el Viejo Pacto muere solamente el cordero, pero bajo el Nuevo Pacto nosotros morimos conjuntamente con el Cordero de Dios.  

Hay dos condiciones para estar muerto al pecado y vivos para Dios y su justicia: “Saber esto” y “considerarnos muertos al pecado

“Saber” en qué consiste el sacrifico de Cristo y cómo nos afecta a nosotros, es tan importante como “considerarnos muertos al pecado”.

Es necesario, como lo asegura Pablo, “saber” lo que la palabra de Dios enseña acerca del propósito principal de la muerte de Cristo (que muramos al pecado para que, luego, andemos en vida nueva). Tambien debemos “considerarnos muertos al pecado”; para poder ser sepultados en su muerte –que es el bautismo- y, de la misma manera que lo hizo Cristo, podremos resucitar a una vida nueva aquí y ahora.

El propósito principal de la expiación de Cristo

Con respecto al propósito principal de la expiación de Cristopara que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia- podemos asegurar dos cosas:

1)Ninguna otra verdad tiene mayor importancia en todo el Nuevo Testamento.
2)Ninguna otra verdad hay acerca de la cual exista mayor ignorancia, indeferencia o incredulidad entre los que profesan ser cristianos. Si usted hace una encuesta entre sus conocidos que profesan ser cristianos, podrá constatarlo.

Este es el centro de nuestra fe. Saber que con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo somos justificados porque morimos al pecado juntamente con él en el bautismo y emergemos resucitados a una vida nueva, es un asunto que nadie entiende realmente y casi nadie conoce. Es así como podemos aplicar a esta realidad lo que dice el Señor en Oseas 4:6: Mi pueblo se perdió por que le faltó de conocimiento.

El primer gran requisito que Pablo estableció para disfrutar del propósito principal de la expiación de Cristo es “sabiendo esto”. Si el pueblo de Dios no conoce esta verdad, no podrá creer en ella; si no cree en ella, no podrá experimentarla. Así que podemos entender la necesidad imperiosa de dar a conocer estos hechos a la iglesia de Cristo para que cada persona la recuerde permanentemente.

Y aquí tenemos que considerar la importancia real del bautismo cristiano. En el próximo artículo analizaremos el bautismo cristiano en agua, uno de los diferentes bautismos que menciona la Biblia y que todos debemos conocer ya que es una de las doctrinas fundamentales del cristianismo. (Hebreos 6:2)




¿QUIÉN ES EL BUEN PASTOR...?

¿QUIÉN ES EL BUEN PASTOR...?

Yo soy el buen pastor;
el buen pastor su vida da por las ovejas.
Pero el asalariado,  que no es el pastor,
de quien no son propias las ovejas, 
ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, 
y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
(Juan 10:11-12)



De todas las sectas que conozco, tal vez no exista una tan fuertemente estructurada y encerrada en sí misma como la Watchtower Society (Sociedad Torre del Vigía), cosa que impide el que sus fieles se permitan analizar libremente sus creencias sin el riesgo de ser acusados de “apóstatas”. El “Cuerpo Gobernante” (los miembros dirigentes a nivel mundial de esta secta) les prohíben explícitamente a los fieles Testigos que lean cualquier cosa que no esté de acuerdo con lo que ellos enseñan a través de sus revistas (Atalaya y Despertad), folletos y libros so pena de atraer sobre ellos el castigo de “Jehová”. Este “cuerpo gobernante” se considera a sí mismo como el Canal de Dios para los hombres, el “esclavo fiel y discreto” a través del cual Dios se comunica con el resto de creyentes; no dudan en decir que son el profeta de Dios para este tiempo (a pesar de sus múltiple profecías fallidas) y que –al pertenecer al resto ungido de 144.000- serán los únicos que irán al cielo mientras que el resto de creyentes que ellos llaman “la grande muchedumbre” tendrán como destino eterno el paraíso terrenal en el Milenio.

Este “cuerpo gobernante” tiene sedes en cada país a las que llama “sucursales”, nombrando a un hombre de confianza (no necesariamente de los 144.000) como cabeza en cada país donde están. Debajo en la escala están los superintendentes de distrito, luego superintendentes de circuito y, finalmente, los ancianos de cada congregación. Bajo los ancianos están los siervos ministeriales y luego los simples publicadores. Una manera de ascender en la escala de jerarquía es haber reportado un buen número de horas de predicación de casa en casa, haber vendido (ellos llaman “colocar”) una cantidad de sus publicaciones, y haber servido en diferentes niveles de predicación conocidos como “precursorados”, también cuenta el haberse matriculado en la escuela doctrinal, (ellos le dicen escuela “teocrática”) donde se aprende el arte de la oratoria y sobre cómo responder a las objeciones que presenta el “amo de casa” en la predicación de casa en casa y, por supuesto, cuenta muchísimo la recomendación de los “ancianos”, el cuerpo dirigente de la congregación a los cuales se les debe reverencia ya que representan al “cuerpo gobernante”, representante –a su vez- del mismísimo Dios.

Muchas otras personas de todas las denominaciones y confesiones son como las descritas por el apóstol:

Zarandeados por cualquier corriente doctrinal, por el engaño de los hombres, por la astucia que lleva al error”. (Efesios 4:14)

Un asunto que nos atañe especialmente en esta época peligrosa, previa a la inminente llegada de Jesucristo por su iglesia.

El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos renegarán de la fe, por prestar atención a espíritus seductores y enseñanzas diabólicas (1 Timoteo 4:1)

Ante tanto peligro, muchos se preguntan sinceramente cómo hacer para reconocer la verdad. A muchos les parece un verdadero acertijo el descubrirla y se angustian por hallar el favor de Dios que consideran injusto y escurridizo. Y se vuelven seguidores de hombres, seguidores de hombres que se hacen llamar “pastores”, “maestros”, “ancianos”, “apóstoles”, “concilios”, “cuerpo gobernante”, “esclavo fiel y discreto”, etc., que se convierten más en un obstáculo para la relación del creyente con Dios, que un facilitador de la misma. Desvían hacia ellos mismos la obediencia debida hacia el único Cabeza Cristo y alegan que Jesús les delegó su autoridad sobre sus ovejas y que, por tanto, quien les desobedece a ellos, está desobedeciendo al mismo Dios. ¡Qué atrevimiento....!

Entre las múltiples y torcidas enseñanzas de las denominaciones “cristianas” están los famosos “ministerios” que son entendidos como cargos en una jerarquía eclesiástica, entre los cuales está el “pastorado”, un “ministerio que debe ejercer gobierno”. En las iglesias “cristianas”, el pastor se encarga de gobernar un grupo de fieles, de instruirlos y se hace responsable ante Dios de la salvación de cada alma. A su vez, la “iglesia”, es decir, los fieles, le deben obediencia y respeto. Desobedecer al pastor es desobedecer a Dios y quien lo haga traerá sobre sí terribles maldiciones que podrán pasar de generación en generación. Si a cada cristiano –como asegura la cartilla doctrinal de Asambleas de Dios- le es dada autoridad plena “sobre cada dimensión, tanto natural como espiritual –para reinar como agentes de Dios”, imagínense la clase de autoridad que alegan detentar los pastores: una autoridad sobre autoridad..!

En este orden de ideas, cuando un pastor es sorprendido en un pecado “grave”, como robo o adulterio, el llamado es a “fijar la vista en Dios y no en hombres”. Esto traduce que la persona debe seguir en la misma iglesia, bajo el mismo pastor, obedeciéndolo con sumisión. La verdad sea dicha, muchos no entienden qué cosa significa eso de “fijar su vista en Dios y no en hombres” en estas circunstancias. Para tener a las “ovejas” fieles al pastor y a la denominación, se enseña que uno debe permanecer donde Dios lo puso, es decir, en la iglesia donde se está en ese momento, so peligro de maldición por rebeldía. Para ser francos y directos, una oveja que se va para otra iglesia es una fuente de ingresos que se pierde. Como apoyo bíblico para evitar la fuga de ovejas o la desobediencia al pastor pecador, se escogen ejemplos como el de David, obediente al corrupto Saúl, el “ungido” de Dios. Caso que no tiene nada que ver y que más adelante ampliaremos.

Así las cosas, no es de extrañar que los creyentes que no han verificado en las Escrituras semejantes afirmaciones, o han sido engañados por los mismos pastores que les enseñan textos fuera de contexto, obedezcan ciegamente a hombres y los consideren como sus pastores, sus intermediarios ante Dios.

¿Tiene validez bíblica esta afirmación....?

No,  como veremos. Lo primero es definir qué es ese “ministerio de pastor”, que alcances tiene y si es verdaderamente aprobado por Dios.

El ministerio del pastor
Según las enseñanzas de las denominaciones “cristianas”, podemos resumir el asunto de la siguiente manera, según la doctrina que una hermana gentilmente me hizo llegar:

A.El ministerio pastoral está directamente ligado con el pueblo. Es un ministerio que debe ejercer un gobierno.
B.Jesús se autonombra el buen pastor. Ya que el buen pastor da su vida por las ovejas. Esta es la naturaleza de un llamamiento pastoral: darse entero en pos de la congregación.
C.   La función del pastor la vemos en Ezequiel 34:4
a)    Fortalecer a las ovejas débiles
b)   Curar a las ovejas enfermas
c)    Vendar a las ovejas perniquebradas
d)   Hacer volver a las ovejas descarriadas   
e)Buscar a las ovejas perdidas


Veamos el pasaje de Ezequiel 34 donde supuestamente se definen las funciones del pastor, analicemos el contexto:

Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: "Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel;  profetiza, y di a los pastores: "Así ha dicho Jehová,  el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel,  que se apacientan a sí mismos!  ¿Acaso los pastores no apacientan a los rebaños? Os alimentáis con la leche de las ovejas,  os vestís con su lana y degolláis a la engordada, pero no las apacentáis. No fortalecisteis a las débiles ni curasteis a la enferma;  no vendasteis la perniquebrada ni volvisteis al redil a la descarriada ni buscasteis a la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. (Ezequiel 34:1-4)

El texto no es una muestra de instrucciones acerca de lo que deberían hacer los pastores, sino todo lo contrario: nos enseña lo que hicieron ocasionando la ira de Dios sobre ellos. Es muy triste comprobar que eso, precisamente, es lo que hacen hoy día: se apacientan a sí mismos, se alimentan a costa de las ovejas y se han enseñoreado de ellas con dureza y violencia. Acerca de este “enseñorearse” sobre la grey, Jesús dijo muchos años después:

Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos. Entre vosotros no será así. (Mateo 20:25-26) Versión Reina Valera 1989.

La orden de nuestro Señor es muy clara. Entre sus discípulos nadie debería enseñorearse sobre los otros; nadie debería ejercer autoridad sobre el resto. Con esta instrucción resulta absurda la pretensión de quienes alegan detentar una autoridad de parte de Cristo para ser ejercida sobre el resto de creyentes.

Cuando comparamos esta orden de nuestro Señor Jesús, con afirmaciones como la de un apreciado hombre (a quien admiro pero que tal admiración me obliga precisamente a no callar) que asegura todo lo contrario, debemos preguntarnos quién tiene la razón. El hermano en cuestión dice:

Así pues, cuando la Palabra dice que los fieles tienen que obedecer a los responsables de la iglesia local, y sujetarse a ellos, significa literalmente que deben “doblegarse bajo la autoridad de ellos”, es decir, doblegarse a la autoridad de Cristo en ellos. Insistimos que a la autoridad a la que se doblegan, es a la del Señor en esos ministros, no al dicho de los hombres. Es menester erradicar toda falta de auténtica obediencia y sujeción a la autoridad pastoral, porque no olvidemos que el Reino de Dios está en la Iglesia de Cristo, y siempre permanecerá…pero, ¿y los que no viven conforme a él y su autoridad?..”

El hermano utiliza el texto de Hebreos 13:17 para sustentar su punto.

 “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso (Hebreos 13:17)

Lo primero que hay que mencionar de esta traducción, es que la palabra vertida aquí para “pastores” no es Poimén, término griego que traduce “pastor”. La palabra usada en este pasaje, al igual que en Hebreos 13:7, no es poimén, sino jeguéomai, una forma verbal que puede vertirse como “aquellos que llevan la delantera”, “aquellos que los guían”, “aquellos entendidos”, “aquellos que os estiman”. Y también puede usarse una forma más fuerte: “aquellos que os mandan”

En cuanto a “obedeced”, la palabra griega es peídso, (de peithomai) que puede traducirse como “confíen”, “estar convencidos”, “crean”, “déjense persuadir” y, también, “obedezcan”. Así que “obedecer” solo es una de las posibles traducciones. Todas las demás acepciones nos indican una acción de dejarse persuadir o convencer, de creer y dejarse llevar. ¿Por qué debería escogerse esta acepción autoritaria si el pasaje no lo amerita ni tal muestra de autoritarismo tiene apoyo en el resto del evangelio..?

Un comentarista bíblico afirma:

El significado básico del término griego utilizado (peithomai) implica que la aquiescencia otorgada por la persona cristiana surge como resultado de tener ‘confianza’ primero, de estar ‘convencido’ y ‘creer’ en lo que proviene de esos hermanos cristianos, y sobre esa base él o ella responden positivamente.

Con todo, aún si se tradujera “obedeced a quienes llevan la delantera”, ¿implicaría esto automáticamente una virtual sumisión hacia personas que llevan la delantera?  La respuesta siempre será negativa puesto que el mandato de Cristo no se limitaba solamente a que los cristianos se hicieran llamar “maestros” o “líderes”, sino que prohibía rotundamente el que alguien asumiera una posición de autoridad sobre sus hermanos creyentes: “y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos. Entre vosotros no será así. (Mateo 20:26)  

¿Por qué razón –pregunto de nuevo- deberíamos aceptar una traducción autoritaria pudiendo optar, de manera perfectamente válida, por otra más acorde con el mensaje total del evangelio...?

Claramente, quienes usaron las palabras autoritarias, buscaban sustentarla bíblicamente. Dentro de la amplia gama de posibilidades, ellos prefirieron usar precisamente la única traducción que no se acomodaba al contexto del evangelio de Cristo: el autoritarismo. Evidentemente, quienes usaron “obedezcan” pudiendo utilizar “déjense persuadir” o “escuchen”, querían comunicar un mensaje claro y contundente –además de erróneo- de la existencia de una jerarquía entre los seguidores de Cristo. Algo que Cristo rechazó de manera terminante.

De la misma manera, cuando la Palabra menciona las diferentes designaciones de pastor, maestro, evangelizador, y así por el estilo, lo que está describiendo son servicios que deben rendirse, trabajo que debe hacerse a favor de la comunidad cristiana, y de ninguna manera se refiere a cargos en el sentido de posiciones organizacionales en una institución corporativa. En cualquier caso, los términos “servicios” y “escuchen” armonizan perfectamente con las Escrituras, en contraste con los estridentes “líderes” y “obedezcan”. Para más información pueden referirse a los artículos sobre “Autoridad en la iglesia” publicados en el foro Sea Dios Veraz.

Veamos algo de esos famosos “ministerios”. El apóstol los llama dones y el contexto nos indica que son dones de servicio.

Por lo cual dice:  "Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,  y dio dones a los hombres" Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, (Efesios 4:8,11)

Pablo afirma que Cristo dio “dones a los hombres”, es decir, a sus seguidores, pero todos éstos, fuesen apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores o maestros, ¿buscaban algún tipo de sumisión por parte de los otros creyentes..? No, pues el apóstol sigue diciendo para qué eran estos “dones” de servicio:

a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto,  a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4:12-13)

Estos dones de “maestros”, “evangelizadores” y demás, fueron dados por Dios para que las personas crecieran “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, es decir, para que cada uno de ellos llegara a ser como su Cabeza, Cristo, capaz de decidir por sí mismos, como personas adultas y maduras espiritualmente. Los dones no fueron dados para que siguieran siendo como niños:

Así ya no seremos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina,  por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error; (Efesios 4:14)

Debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales, que tenéis necesidad de leche y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia,  porque es niño. (Hebreos 5:12,13)

De estos pasajes se desprenden tres cosas; 1)los dones fueron dados para hacernos crecer espiritualmente; 2)los dones (o ministerios, si prefieren esa palabra) son dados a todos los hombres para que se edifiquen a sí mismos y para que edifiquen a los demás. 3) Los dones nos convierten de niños espirituales que necesitan ser enseñados, a hombres maduros espiritualmente maduros que pueden entender cosas espirituales más profundas, “alimento sólido”.

Las Escrituras también se refieren al proceso hacia la madurez cristiana, como una edificación del edificio que somos cada uno. Todo cristiano, toda persona nacida de nuevo debe empezar a “sobreedificar” sobre el fundamento que es Cristo. ¿Cómo sobreedificar..?

Todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las obedece, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que, al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover porque estaba fundada sobre la roca. Pero el que las oyó y no las obedeció, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó y fue grande la ruina de aquella casa".(Lucas 6:47-49)

Cristo compara la obediencia a Él (no a los pastores) con un hombre prudente que construye su casa sobre la roca. De igual manera, el que oye las palabras del Señor y no las obedece, se compara con alguien que construye su casa sobre la arena, sin fundamento. Primero veamos qué es ese fundamento.

Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. (1Cor. 3:11)

El fundamento, la roca, es nuestro Salvador Jesucristo. Eso significa que solamente podemos acudir a él para empezar a levantar nuestro edificio de fe en cada uno de nosotros. No hay otra manera. Y acudir a Jesús no es lo mismo que acudir a hombres, llámense estos pastores, maestros, profetas, apóstoles o lo que sea. El fundamento solamente es Jesucristo. ¿Cómo edificar sobre el fundamento..?

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. (Mateo 7:24)

Edificar sobre la roca significa escuchar atentamente a Cristo y hacer lo que él ordena. Una vez hemos aceptado a Cristo como Salvador, ya hemos colocado el fundamento –Cristo, la Roca- en nuestra vida; entonces, edificamos sobre ese fundamento escuchando atentamente y cumpliendo la palabra de Dios, aplicándola perfectamente en nuestras vidas.

Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros. (Hechos 20:32)

Y la única manera de sobreedificar es estudiando las Escrituras. Solamente la bendita palabra de Dios, conforme la escuchamos, la estudiamos y la aplicamos, es capaz de levantar dentro de nosotros un edificio de fe poderoso fuerte y seguro asentado sobre el fundamento del mismo Cristo.

Cristo es la Palabra encarnada de Dios, la Biblia es la Palabra escrita de Dios. Aceptar a Cristo es ni más ni menos que aceptar su Palabra. Escuchar a Cristo es escuchar lo que nos dice la Escritura –no pastor alguno; obedecer a Cristo es obedecer lo que nos dice en su bendita Palabra, no a hombre alguno.

Así, si un creyente desea edificar una fe fuerte, que soporte cualquier embate del enemigo, debe acudir a la fuente de agua viva que es Cristo, que es la mismísima Escritura.

Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37)

Para beber de la fuente, Cristo, no necesitamos de aguateros ni de mercaderes de agua. La cuestión es asunto directo entre Cristo y el creyente. No hay intermediarios de ninguna clase.

Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente..” (Apocalipsis 22:17)

Y, sorpréndanse.... ¡Es totalmente gratis...!

Por esto es que podemos entender mejor las palabras del apóstol inspirado: Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón. (1 Cor. 11:3)

Note la frase “La cabeza de todo varón es”; no el pastor local ni el pastor del pastor, ni el anciano, ni el cuerpo gobernante, ni el concilio, ni el profeta, ni el apóstol, ni el maestro; tampoco la cabeza de todo varón es el superintendente. La cabeza de TODO VARÓN es Cristo... no hombre alguno.

Aceptar a Cristo como nuestro Único Cabeza, significa aceptarlo como la fuente de vida divina para nuestra vida; significa que solamente a Él es quien debemos acudir en busca de ayuda y consejo. Aunque las Escrituras autorizan el que nos apoyemos unos a otros y que nos exhortemos unos a otros, no estamos obligados a aceptar el consejo de otro hombre; sin embargo, como seguidores de Cristo, uno de los compromisos que adquirimos es el buscarlo a él en procura de guía. Y esto tampoco es obligatorio: cuando dejemos de buscar a Cristo, significará que ya no somos cristianos. Y punto.

Aceptar a Cristo como nuestro Cabeza, quiere decir que cualquier exhortación, consejo, enseñanza, palabra y ejemplos provenientes de hombres, SIEMPRE debemos confrontarlos con lo que nos dice Cristo, y que solamente está registrado en la Biblia. Aceptar la guía de pastores, el consejo de ancianos y los vaticinios de profetas sin consultar las Escrituras, significaría negar a Cristo como nuestro Cabeza, sería negar su autoridad.

Así que quien afirma que “quien desobedece al Pastor, desobedece al mismo Dios”, está realmente caminando sobre arenas movedizas muy peligrosas. Quien afirme esto está suplantando la legítima autoridad de Cristo. Se está oponiendo a nuestro Salvador.

De igual manera, quien busque dirección de pastores, profetas, apóstoles, maestros y demás, demostrándoles obediencia total y sumisión ciega, están demostrando que no tienen fe en Cristo, no creen que él los pueda dirigir y no están mostrando el respeto a su sacrificio expiatorio, que fue precisamente con el cual nos compró para él:

Porque habéis sido comprados por precio;  glorificad,  pues,  a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,  los cuales son de Dios. (1 Corintios 6: 19-20).

Por alto precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres. (1 Cor. 7:23)

Somos de Dios. Él nos compró, no pastor alguno. El precio que pagó nuestro Señor fue su preciosa vida; despreciar su jefatura única es lo mismo que despreciar su sacrificio.

¿Entonces.....¿Quién es el Buen pastor....?
 Que responda Jesús:

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Pero el asalariado, que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas,  ve venir al lobo y deja las ovejas y huye,  y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. (Juan 10:11-12)

Al dar su vida por nosotros, las ovejas, Cristo nos compra y se constituye, por derecho legal, en nuestro Pastor. No es que Jesús se “autonombre pastor”, como asegura una querida hermana. Él pagó un altísimo precio por nosotros.

Siendo que Jesús es el Buen Pastor, quien da su vida por las ovejas, mientras que el pastor “asalariado”, a quien no pertenecen las ovejas, huye cuando hay peligro, ¿significa eso que Jesús aprueba esta especie de pastores asalariados como si fueran una especie de delegados suyos..?

Así que el asalariado huye porque es asalariado y no le importan las ovejas. "Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas,  y las mías me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre;  y pongo mi vida por las ovejas. (Juan 10:13-15)

Únicamente nuestro Señor es el verdadero Pastor. Él dio su vida por nosotros. Nadie más lo ha hecho y nadie más tiene derecho de llamarse el pastor. No hay pastores “delegados”.

Regresemos al pasaje de Ezequiel 34 donde, después de que Dios desaprueba lo que han hecho estos pastores asalariados, viviendo a expensas de las ovejas, alimentándose a sí mismos, también los acusa de “os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. (Ezequiel 34:4)

Debido a que Dios reprocha el abuso de estos pastores que, además, se han enseñoreado de las ovejas con dureza y violencia, el Creador no dice que levantará otra clase de pastores asalariados. Veamos:

Así ha dicho Jehová,  el Señor:  ¡Yo estoy contra los pastores y demandaré mis ovejas de su mano!  Haré que dejen de apacentar mis ovejas,  y ya no se apacentarán más los pastores a sí mismos,  pues yo libraré a mis ovejas de sus bocas y no les serán más por comida. "Porque así ha dicho Jehová,  el Señor:  Yo,  yo mismo,  iré a buscar a mis ovejas,  y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas,  así reconoceré yo a mis ovejas y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad. Yo apacentaré mis ovejas y les daré aprisco, dice Jehová,  el Señor. Yo buscaré a la perdida y haré volver al redil a la descarriada,  vendaré la perniquebrada y fortaleceré a la débil;  pero a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia. (Ezequiel 34:10-12, 15-16)

Es el mismísimo Dios, en persona, quien se constituye en nuestro pastor al mismo tiempo que rechaza a los pastores asalariados. Es Dios quien promete apacentarnos sin intermediario alguno: Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas (Juan 10:11)

Dios Padre prometió en el Antiguo Testamento, hacer un Nuevo Pacto en el cual Él mismo apacentaría a las ovejas mediante su Hijo Jesús prefigurado por David.

Yo salvaré a mis ovejas y nunca más serán objeto de rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja. Yo levantaré sobre ellas a un pastor que las apaciente: mi siervo David.  Él las apacentará,  pues será su pastor. Yo,  Jehová, seré el Dios de ellos, y mi siervo David, en medio de ellos, será su gobernante. Yo, Jehová, he hablado. (Ezequiel 34-22-24)

Nuestro único gobernante –de nuevo- es solamente el Buen Pastor, Jesucristo.

"Mi siervo David será rey sobre ellos,  y todos ellos tendrán un solo pastor; andarán en mis preceptos,  y guardarán mis estatutos y los pondrán por obra”. (Ezequiel 37:24)

Igual que los profetas del antiguo pacto terminarían, los pastores al estilo viejo pacto también terminarían. Solo tenemos un Pastor, y ese es nuestro Señor Jesucristo. La profecía de Zacarías 13:7 se cumplió en Jesús:

Entonces Jesús les dijo:  --Todos os escandalizaréis de mí esta noche,  pues escrito está:  "Heriré al pastor y las ovejas serán dispersadas" (Marcos 14:27)

Otra vez:  ¿quién es el pastor...?

Pero el que entra por la puerta,  el pastor de las ovejas es. (Juan 10:2) Como los discípulos no entendieron la alegoría, Jesús volvió a decirles:

Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Pero el asalariado,  que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. (Juan 10: 9, 11-12)

Jesús, además de ser la puerta, es también el Buen Pastor. Mediante los dones dados a los hombres, nosotros podemos ayudar a otras ovejas a encontrar la guía del Buen Pastor. Pero eso no nos constituye en pastores a nosotros. A lo sumo, seríamos siervos asalariados, sin derecho a ejercer autoridad sobre otras personas; las ovejas no son propias y, por tanto, no estamos en posición de exigir obediencia. Nadie lo está.

Quien no reconozca la autoridad única de Cristo, y se erija sobre las ovejas del Señor, es duramente señalado por el Señor:

El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. (Juan 10:1)




martes, 24 de marzo de 2015

AUTORIDAD HUMANA EN LA IGLESIA DE CRISTO, ¿TIENE RESPALDO ESCRITURAL?


AUTORIDAD HUMANA
EN LA IGLESIA DE CRISTO
¿Tiene respaldo Escritural...?




Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí;  porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. (Mateo 23: 8-11)

Jesús estaba hablando aquí a sus discípulos y la gente que lo escuchaba de cómo deberían actuar entre ellos, en contraste con la actitud hipócrita y reprobada de los escribas y los fariseos.

La palabra griega vertida para “siervo”, es diákonos, que también es usada por varias versiones de la Biblia como “ministro”. Aunque muchas personas piensen en “ministros religiosos”, tal y como los vemos hoy en día (pastores, diaconado, líderes, etc), la palabra “diákonos” –independientemente de cómo se transcriba, si diácono, servidor o ministro-, significa simplemente un sirviente, ayudante o asistente, y ese sentido humilde que transmite esta palabra es lo que mejor expresa el sentido de la recurrente declaración de Jesús.

Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor (diákonos, “ministro”) y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido (del verbo diakoneo, “para que se le ministrara”), sino para servir. (Mateo 20:25-28)

Jesús nos dice que, en el sentido literal de la palabra, todos los cristianos, no solamente un grupo especial, deberían ser “ministros” o “sirvientes” de los demás; es decir, que deberían ponerse al servicio de otros. En otras palabras, un “ministro” no es un cargo especial dentro de la iglesia, dentro de una estructura de autoridad, sino una persona que sirve a sus hermanos de fe, en cualquier área que sea necesaria.


Pirámide de autoridad en el G12 y en Asambleas de Dios


Hace unos meses salí en maldición de la Misión Carismática Internacional, secta que lideran César y Claudia Castellanos y que, como sabe la mayoría, funciona basada en una fuerte estructura de autoridad cuyas cabezas son, precisamente, César y Claudia de Castellanos quienes, a su vez, han colocado a sus hijas y familiares en puestos de control y autoridad dentro de esa descomunal estructura organizacional.

Llegué a la iglesia Manantial de Vida Eterna, de Eduardo Cañas y su esposa Fulvia, pertenecientes a Asambleas de Dios, pero estos “pastores”, amigos de los Castellanos, se pusieron en contacto con ellos y después de su conversación, fui considerado persona no grata en esta iglesia de Asambleas. Tratado con desprecio por sus hijas y yerno –colocados en posiciones de control y mando dentro de la organización que es dueña de emisoras, canales de televisión, almacenes de zapatos, librerías y otras cosas- salí con mi esposa e hijos de la iglesia Manantial sin haber completado ni semana y media allí.

En esta búsqueda de un lugar donde reunirme –siguiendo el mandato bíblico- llegué a otra iglesia de Asambleas de Dios, “Vida para las naciones”, mucho más pequeña y propicia para la hermandad cristiana y, al mismo tiempo, inicié un estudio personal de la doctrina básica cristiana.

Al poco tiempo me di cuenta que el pastor de esta pequeña iglesia estaba fuertemente influenciado por enseñanzas de la teología de la prosperidad de Cash Luna y del mismo Eduardo Cañas, a quienes admira profundamente. Fue evidente también la oscuridad espiritual de los miembros de la iglesia quienes creen en estas enseñanzas a pesar de que no las han visto plasmadas en sus propias vidas. Al respecto, y también referente a otras cosas graves que sucedían allí, hablé con el pastor de esta iglesia y, respetuosa y laboriosamente durante varios meses, le insté a que consideráramos tales enseñanzas a la luz de la Biblia. A pesar de que constató el error en esta teología de la prosperidad, él siguió invitando a pastores con esta enseñanza y la gente de la iglesia siguió creyendo que se podían comprar los milagros a Dios. Para mi sorpresa, y estando yo ya descorazonado, un líder de esta iglesia se me acercó buscando consejo sobre su atribulada vida que ocultaba hipócritamente a la iglesia mostrando una falsa apariencia de piedad. Cuando acudía al pastor por ayuda espiritual, él le decía que se pusiera la máscara cuando subiera al púlpito y que actuara como hacen los payasos; que los pecados de su vida no eran obstáculo para dirigir el culto dominical. El hermano en cuestión no encontraba refrigerio para su alma ni el descanso que Jesús prometió a sus seguidores. Iniciamos inmediatamente un estudio de la doctrina básica registrada en Hebreos 6 y el cambio fue inmediato y milagroso. No llevábamos ni tres días de estudio cuando este precioso hermano sintió que, por primera vez, realmente nacía de nuevo y tenía arrepentimiendo genuino. Le comunicó entusiastamente al pastor lo que había conseguido, pero fue reprendido duramente porque, siendo “líder” de la iglesia, había menospreciado esa “autoridad de líder” al buscar consejo en mí, un “aparecido”. El hermano, rebosante de amor dentro de sí, le solicitó al pastor su permiso para enseñar lo que había aprendido al resto de hermanos. El permiso no solamente fue negado sino que el pastor me envió un mensaje directo: Me prohibía, “por amor a los hermanos”, que yo no volviera a pisar “su” iglesia y que tampoco me entrevistara con ningún miembro de la misma.

A partir de ahí fui enterado de asuntos terribles que no vale la pena mencionar, y que eran ocultados bajo la excusa de la “autoridad pastoral”, presente en la organización mundial de Asambleas de Dios.

Asambleas de Dios tiene una estructura similar a la estructura piramidal de poder del G12 de César y Claudia Castellanos. A la cabeza de Asambleas está un “superintendente” (hace no mucho era Eduardo Cañas) quien es visto como poseedor de una unción especial, como si tuviera un rango espiritual más alto que el resto de miembros de la iglesia.

Y, aunque Asambleas de Dios enseña correctamente que todos somos “ministros”, en la práctica hay niveles de autoridad, niveles de liderazgo y claramente se enseña que uno debe “seguir y obedecer a sus líderes”. También se enseña a perseguir el crecimiento desmesurado de las denominaciones (per se) y dicen que “somos un cuerpo, ¡no un negocio! Somos un organismo, ¡no una organización!” cuando la evidencia muestra todo lo contrario.

Asambleas de Dios se precia hoy día de ser el concilio más grande de iglesias pero sus “líderes” a nivel mundial se han hecho los de la vista gorda y han guardado silencio frente a los desmanes y herejías de los pastores de sus iglesias, se precian de su relación privilegiada con los gobiernos de las naciones y son buscados por candidatos políticos debido a la enorme influencia y gran número de sus miembros quienes obedecen ciegamente las instrucciones de sus “líderes” y “pastores” pudiendo decidir prácticamente cuáles políticos ganan y cuáles no.

También tienen una “escalera del éxito”, similar a la de los Castellanos. Para llegar a ser “líder”, hay que empezar por un Encuentro para luego seguir con varios niveles de instrucción. Al final de esos niveles de instrucción se abre una célula, se ejerce como líder de ella y se está listo para acudir a un nuevo Encuentro que se llama “Retiro para líderes” del cual se sale preparado para entrar en la fase final: El Seminario Bíblico. El Seminario es una especie de Instituto Superior de enseñanza “bíblica” donde se les hace sentir a sus alumnos que son ya miembros especiales y privilegiados de una clase oligárquica espiritual. Allí se enseñan cosas “secretas” que no deben comunicarse a los hermanos de “la base” y algunos de sus estudiantes ya están listos para ser nombrados como “pastores” por el Concilio de Asambleas de Dios. Los pastores no son escogidos por el Espíritu Santo guiando a la comunidad, o iglesia, en general –como se hacía en la iglesia primitiva- sino que son nombrados por otros pastores colocados en un nivel espiritual “superior”, como una especie de sucesión de una “realeza espiritual” que se transmite siguiendo preferencias personales de cada pastor para nombrar a quien quiere que le siga en esa pirámide de autoridad. Así, cada creyente tiene una “genealogía” de autoridad espiritual donde se es obligado a obedecer no solo al pastor o “padre espiritual”, sino a “abuelos espirituales”, bisabuelos espirituales” y así sucesivamente.

De este modo, también se manejan conceptos como “iglesia madre”, con referencia a una iglesia denominacional de la cual ha surgido el pastor de otra sede o denominación diferente o igual. Dentro del pastorado también hay niveles que se acreditan con credenciales y carnés, a pesar de que siguen asegurando que no son una organización, y la sujeción a los pastores “superiores” es eterna e inmutable, en una cadena de autoridad que llega hasta el gran superintendente que, para el efecto, es una especie de Sumo Pontífice, un Papa que está a la cabeza de este Concilio de iglesias.

Yo no he encontrado en ninguna parte del Nuevo Testamento, una sugerencia a que la iglesia deba estar organizada bajo algún rango de autoridad humana, ni que existan “iglesias madres” o “abuelos espirituales”; menos que haya existido una especie de cuerpo gubernamental eclesial o un superintendente que gobierne sobre la iglesia de Cristo, contradiciendo abiertamente la norma Escritural de que sólo Cristo es cabeza de cada varón y cabeza de la iglesia, no hombre alguno. (ver 1 Corintios 11:3; Efesios 5:23; Colosenses 1:18)


Estructura de autoridad dentro de la iglesia


Vosotros fuisteis comprados muy alto; no os hagáis esclavos de los hombres.(1Co 7:23) 

Cristo nos compró a un precio muy alto y nos ordena que no nos hagamos esclavos de otros hombres. Entonces, ¿por qué razón, contradiciendo las Escrituras, permitimos que otros hermanos se coloquen como “cabezas” espirituales sobre nosotros, haciéndonos esclavos suyos..?

La explicación podemos encontrarla en nuestra naturaleza y experiencias pasadas y presentes. La gran mayoría de nosotros ha vivido o vive en una sociedad fuertemente estructurada, con sistemas religiosos altamente estructurados y, al ser “normal” esta forma de vida, permitimos que influya en el entendimiento que tenemos de algunos pasajes bíblicos dándole una explicación que va más allá de lo que muestra la evidencia Escritural.

Los defensores de una estructura de autoridad en la iglesia, citan principios como “Dios es un Dios de orden” y endilgan a este “orden”, el significado de que una estructura “organizada” de autoridad va de acuerdo con el pensamiento de Dios. Olvidan las instrucciones precisas de nuestro Señor: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así. (Mateo 20:25-26) y, de esta manera tuercen las Escrituras para su beneficio.

En realidad, la reclamación de autoridad por parte de los encargados de pastorear la iglesia, fue una de las muestras de la degradación del espíritu de hermandad enseñado por Cristo hacia una estructura mundana de lo que parecía más “práctico” desde el punto de vista humano oponiéndose frontalmente contra el señorío del Espíritu Santo sobre la iglesia de Cristo.

Los cristianos poco a poco dejaron de vivir por fe y fijaron su vista en modelos humanos conocidos de organización despreciando la guía del Espíritu Santo y amoldándose al modo de vida de este sistema demoniaco. En la práctica, la búsqueda de prestigio y autoridad espiritual sobre los demás cristianos, hizo más daño a la iglesia que la persecución infame y frontal del imperio romano. Satanás consiguió más con la exaltación de los deseos humanos que con la tortura a manos de leones, legionarios y turbas enardecidas. La iglesia de Cristo fue herida mortalmente y en su lugar se erigió la iglesia de Satanás, llena de ornato, pompa, ostentación y, por supuesto, con la aristocracia espiritual que perdura hasta nuestros días y que en varias denominaciones “cristianas” es negada de palabra pero aceptada en la práctica real..

El concepto de “iglesia”, como una simple y sencilla reunión de cristianos, degeneró en una complicada estructura de poder llena de estatutos humanos, trámites y ceremonias suntuosas. El término “iglesia” perdió su significado original y se empezó a ver como el edificio donde se congregaban, la denominación “legal” bajo la cual se cobijaban y, obviamente, con las estructuras humanas de autoridad que reclaman estridentemente sujeción porque –dicen- proceden de Dios.

Cipriano, uno de los padres de la iglesia Católica, escribió lo siguiente:

No puede tener a Dios como su Padre quien no tiene a la Iglesia como su madre.  Si hubiera existido para alguien la posibilidad de escapar con vida fuera del Arca de Noé, también existiría la posibilidad de escape fuera de la iglesia.

De esta manera, la enseñanza bíblica de la salvación que proviene únicamente de la fe en el sacrificio de rescate de Jesucristo fue “mejorada” y le fueron añadidos detalles que sobrepasan lo que enseña la propia Escritura. Nadie puede ser salvo, dicen las iglesias denominacionales, si no permanece dentro de la iglesia organizada, sujeto al obispo, pastor o superintendente. El papel exclusivo del Hijo de Dios con respecto a la salvación pierde de esta manera su exclusividad. Dentro de ese papel exclusivo de Cristo, se incluyen ahora a los pastores, superintendentes, diáconos y líderes, y hasta la propia organización eclesiástica denominacional comparte el rol dador de vida de Cristo, convirtiéndose también en algo necesario para la salvación.


Las denominaciones eclesiales y su papel en la perversión del evangelio.

El término griego ekklesia, que generalmente se traduce como “iglesia” o “congregación”, sencillamente significa “asamblea o reunión”. Habitualmente en la Sagrada Escritura se utiliza para referirse a una reunión de personas que se congregan juntas como compañeros de creencia. Esas personas son, en sí mismas, una “asamblea” o “ekklesia” debido a que se congregaban o se reunían juntos. Excepto en los primeros tiempos, cuando los cristianos todavía eran recibidos en las sinagogas, las reuniones se celebraban principalmente y, en la práctica, casi exclusivamente, en hogares privados.

Era el acto de reunirse o congregarse lo que los constituía a ellos como iglesia, no la pertenencia como miembros a un grupo constituido u “organizado” bajo cierta “cobertura”. El término ekklesia se aplicaba a ellos como un pueblo reunido, una asamblea de gente, una congregación de personas, considerado de manera local o como un cuerpo colectivo que forma el pueblo de Dios, “la asamblea de los primogénitos”. Ellos formaban una “comunidad”, una iglesia, es decir, un pueblo con intereses comunes que los mantenía unidos.

Aunque el término ekklesia no dejó de ser utilizado con esos significados, en los siguientes siglos se adoptó otra manera de entenderlo. El término “iglesia” (ekklesia) llegó de hecho a significar la autoridad religiosa detentada por quienes ejercieron un control cada vez mayor sobre los reunidos. Lealtad a la “iglesia” ahora llegó a significar, no sencillamente lealtad a la comunidad cristiana, sino especialmente lealtad a los líderes de la misma y a su dirección. Así, cuando hablaba la “iglesia”, no se refería a lo que expresaba la comunidad, sino a lo que decía la autoridad religiosa. Y esto sigue siendo cierto hasta el día de hoy.

El cambio de enfoque fue sutil pero radical. El compromiso y lealtad exigida por Cristo a su iglesia, fue derivada hacia compromiso y lealtad al líder o pastor de la misma. Cristo, como cabeza, ya no recibe la atención debida sino que esta atención ahora se dirige hacia el cuerpo o, más exactamente, hacia los miembros de ese cuerpo que más se hacen oír, quienes pretenden hablar con autoridad en nombre de todo el cuerpo: Pastores, líderes, superintendentes o como quiera usted llamarlos reclaman hoy esa sumisión debida solamente a Cristo.

Esto no significa que los cristianos no deban sentir preocupación por los otros miembros del cuerpo, ni que cada uno haga lo que se le venga en gana pasando por encima de sus compañeros de creencia. Pero una iglesia (o reunión de personas) que acepta el legítimo señorío del Espíritu Santo jamás tendrá división ni desorden alguno. Si un miembro de ese cuerpo sufre, todos los demás miembros sufren con él; si un miembro está feliz, los otros lo acompañan en su felicidad. Lo que hace firme y compacto un cuerpo es la lealtad, no a los miembros que ha obtenido posiciones de mando y dominio, sino al auténtico cabeza, Cristo Jesús. Si existe esa lealtad y apego al cabeza, Cristo, los cristianos también mostrarán atención para sus compañeros miembros del cuerpo.

Debido a que los miembros que ejercieron dominio sobre el resto del cuerpo reclamaron esa lealtad para sí mismos, la iglesia de Cristo empezó a dividirse en denominaciones cuyos líderes convirtieron a las ovejas en objeto de rapiña esgrimiéndolas como trofeo ante las otras denominaciones y arguyendo mayor o menor “unción” o aprobación divina de acuerdo al número de ovejas que siguieran a este líder.

En el periodo post-apostólico, ciertos hombres ansiosos de poder y reconocimiento se comenzaron a erigir sobre sus hermanos. [que ya se estaban evidenciando durante el ministerio de Pablo. (2 Cor. 11:20)]. Pablo habla de un tal Diótrefes a quien “le gusta ocupar el primer puesto” y quien expulsó de la congregación cristiana a quienes no estaban de acuerdo con él.

El proceso comenzó con una sutil exaltación de la autoridad humana. En los escritos de Ignacio de Antioquía (quien vivió aproximadamente entre el año 30 D.C. y el año 107 D.C. y murió como mártir), comenzamos a encontrar exhortaciones como éstas:

Y estad sujetos a los presbíteros, como a los apóstoles de Jesucristo.  Vuestros presbíteros ocupan [presiden] en la asamblea el lugar de los apóstoles. Someteos al presbiterio [cuerpo de ancianos] como a la ley de Cristo Jesús.

Eso revestía a los presbíteros de una autoridad equivalente a la que tenían los apóstoles e igualaba la sujeción a ellos con la sujeción a la ley del Cristo. Pasaban por alto que ellos no eran apóstoles, no habían sido elegidos como tales por Jesucristo y, por tanto, no estaban dotados de la autoridad apostólica, así que sería un terrible error –de serias implicaciones- considerarlos de esa manera. Ignacio argumentaba que cualquiera que llevara a cabo algo sin la aprobación del superintendente y del cuerpo de ancianos y diáconos "no es puro en conciencia". Parecen palabras copiadas al carbón y repetidas desde los púlpitos de la inmensa mayoría de las iglesias “cristianas” de hoy día.

De esta manera, poco a poco se fue marcando la diferencia entre “clero” y “lego”, entre “pastores” y el resto del rebaño, y la aceptación de la autoridad humana fue incrustándose en la consciencia de las ovejas de Cristo. A pesar de todo lo que directamente significa el término griego ekklesia, palabras tales como eclesiástico en español, así como los términos iglesia, église y chiesa (en español, francés e italiano respectivamente) para “iglesia”, en la mente de las personas tales términos fueron calando hondamente y su significado original de asamblea de personas, se perdió totalmente para dar paso a pensar en una organización religiosa o un edificio eclesiástico.

En los siglos que subsecuentes al período apostólico, la enseñanza de “servicio sagrado” según el Nuevo Testamento, se volvió anacrónica, obsoleta; y también degeneró en el concepto de que el servicio cristiano a Dios no podía darse en la vida diaria del creyente, sino que esa “adoración” significaba “asistir a la iglesia”, elevando lo que se hacía en la iglesia (ya entendida como el edificio) a un nivel espiritual superior en comparación con lo que un creyente podía hacer fuera de la “iglesia”. Y fue así que los edificios donde se llevaban a cabo los mal llamados “servicios religiosos”, tomaron la calidad de sagrados.

Así, se llegó a pensar que si tales edificios eran “sagrados”, y las actividades que se hacían en tales edificios eran “servicio sagrado”, entonces quienes detentaban el poder –sacerdotes, pastores o ministros- fueron vistos como si llevaran una vida más espiritual o tuvieran un nivel más alto que el resto de las personas.

El sacerdote, pastor o ministro era preferencialmente “un hombre de Dios” mientras que los demás eran los laikos (que significa “del laos o pueblo”), y así se desarrolló una división entre cleros y legos.

El superintendente presidente, o pastor general, empezó a ser visto como representante de Cristo y, por tanto, que cualquier instrucción que diera debería ser recibida como si proviniera de Cristo mismo. Los pastores o ministros empezaron a ejercer coacción en los miembros de la congregación, esclavizándolos, tiranizándolos bajo la excusa de que si alguien los desobedecía, estaría desobedeciendo al mismo Cristo. Tal proceder descalifica el valor que puede tener la exhortación, por incluir la cuestión de si las instrucciones del superintendente, pastor o ministro están en armonía con las de Cristo o, por el contrario, son contradictorias con ellas. En la inmensa mayoría de los casos, tales órdenes merecen ser desobedecidas; en otros casos, no siendo frontalmente contrarias a la Ecritura, las órdenes podrían ser cuestionadas como instrucciones que, sin embargo, sobrepasan lo que especifica la Sagrada Escritura y, por tanto, podrían someterse o no a lo que el juicio personal y la propia conciencia pudieran dictar.

Lo que vemos en la mayoría de iglesias “cristianas” de hoy es llano autoritarismo, intentos fatuos por revestir a los humanos imperfectos con el honor que tan sólo pertenece a nuestro Maestro y Salvador perfecto. Cada vez que aceptamos esta autoridad humana sin cuestionar su procedencia o respaldo escritural, nos estamos convirtiendo en discípulos de hombres, seguidores de hombres, tal como había advertido el apóstol Pablo que pasaría.

¿Qué pasa, entonces, con los términos “apóstol”, “maestro”, “pastor”, “profeta”..? ¿No dice la Escritura que debemos someternos a los pastores..?

Esto lo veremos más adelante. Por lo pronto, quedémonos con las palabras de Pablo:

Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues firmes, y no os dejéis oprimir
nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. (Gálatas 5:1)


Dios los bendiga.